El recibimiento recibido en este hotel no pudo ser más confortable, bastaba con dar nuestro nombre en la recepción para recibir nuestra llave de la habitación junto con un delicioso coctel de la casa. Y por si no fuera suficiente, resulta que nuestro equipaje ya se encontraba en la habitación que nos fue asignada, es cómico decirlo, pero… auténticamente sólo les faltó llevarnos cargando hasta nuestra habitación.

Posteriormente a esto, tuvimos una tarde libre para disfrutar de lo que ofrecían las cercanías del hotel ubicado en pleno Centro Histórico de Puebla. Esto sólo para brindarnos algo de tiempo para aclimatarnos a la tranquila ciudad colonial, y claro, incentivar el apetito y los ánimos para la que fue nuestra cena de gala.

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Una vez llegado el anochecer, el patio principal del hotel sería nuestro venue para cenar, durante este magno evento disfrutamos de un menú local de gala acompañados de la elegante y cautivadora música de un talentoso pianista. No obstante, el estar en un exconvento no nos detendría de lo que identifica a todo buen latino… ¡la fiesta!

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Por ello, posterior a la música de gala, al son de un increíble espectáculo en vivo de comedía e imitación musical, todos cantamos y bailamos sin parar diversos clásicos de la música latinoamericana durante el resto de la noche. Resulta curioso pensar en el hecho de que todo esto estaba sucediendo dentro de un recinto que data del siglo XVIII, indudablemente, esta fue una experiencia que solo se vive una vez en la vida.

Al día siguiente, posterior a nuestro desayuno en el hotel, comenzamos desde muy temprano en la mañana con la actividad que nos permitiría conocer las sorpresas ocultas en Puebla.

A lo largo del día, recorrimos las empedradas calles poblanas para conocer más a detalle sus recintos y personajes históricos, sus leyendas, y como no podían faltar, los diversos platillos y preparaciones que conforman su famosa cocina tradicional.

Además, subimos al famoso mirador del Fuerte de Guadalupe, donde tuvimos la oportunidad de colgar nuestro candado en honor a la promesa del amor eterno con nuestro ser amado (claro, para los que iban acompañados de uno). Menos mal que antes, a la par que éramos transportados hacía la zona del mirador, catamos y conocimos un poco respecto al Mezcal Poblano, nada mejor para impulsar la valentía que requiere un dulce compromiso de ese tipo.

Después, como parte del cierre con broche de oro de este recorrido, durante el resto de nuestra tarde, visitamos el famoso mercado de “El Parian”, reconocido por conjuntar y ofrecer a sus visitantes la gran diversidad de artesanía poblana en un mismo sitio.

Posteriormente, concluimos el día deleitándonos con sabores que nos hacían jurar que nos encontrábamos en otro mundo y no precisamente en el Centro Histórico de Puebla. Durante nuestra cena en el restaurante “Restauro” disfrutamos de la más moderna propuesta existente en cuanto a platillos y sabores poblanos.

Finalmente, regresamos a nuestro hotel para nuevamente rehacer nuestro equipaje, ya que tristemente, al día siguiente nos transportaríamos de vuelta hacía el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México para tomar nuestro vuelo de vuelta a Colombia.

Y con todo lo vivido, en palabras de más de uno de los participantes del grupo “la tristeza no proviene del tener que volver a casa, la tristeza proviene del no poderse quedar a vivir en México”.

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Y así, es como el equipo de DMS de México se despidió del grupo conformado por miembros de la empresa Pintuco y del personal de Aviatur con un caluroso…

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¡Hasta la próxima y vuelva pronto!

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